Según Miguel de Cervantes, la gente en el Siglo de Oro pocas veces pasaba por el ritual del baño y se perfumaba para ocultar los malos olores. El célebre caballero andante Don Quijote de la Mancha se lavaba en muy pocas ocasiones y solo la cara y los brazos. Era un fiel reflejo de las costumbres de la época, muy alejadas de las actuales.