Pasan los meses y los años, y la disputa política entre la federación y la ciudad de México; así como la incapacidad de las procuradurías para investigar, hacen que el secuestro y asesinato de Fernando Martí siga impune. En ambas instancias, los acusados se dicen torturados o apresados siendo inocentes.
Los procesos se alargan, las pruebas nunca llegan y la impunidad, signo y sello de la justicia mexicana, se impone por mucho tiempo.
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