Después de El Alamein y Stalingrado, la derrota del Tercer Reich parecía posible. La resistencia pasó a ser entonces un medio para preparar la liberación a través de los esfuerzos de guerrilleros clandestinos y el sabotaje organizado. Al mismo tiempo, la introducción del Servicio de Trabajo Obligatorio en la mayoría de los países sometidos a la opresión alemana supuso el acicate definitivo para aquellos que hasta entonces habían vacilado en unirse a la lucha.