El almirante Doenitz fue el creador de la táctica que se denominó "manada de lobos". Fue imposible ponerla en práctica al comienzo de la guerra por el escaso número de unidades sumergibles. Hacia 1941, sin embargo, al acrecentarse el número de unidades en operaciones, las "manadas de lobos" entraron en acción, aunque en forma incipiente.
La táctica consistía en lo siguiente: el servicio de patrullaje, o bien un submarino en operaciones, comunicaba al comando central (con base en tierra) la posición del convoy enemigo avistado, su rumbo y velocidad. Desde el comando enseguida, luego de estudiarse sobre las cartas la ubicación de las distintas unidades sumergibles, se radiaba a las más próximas al convoy la orden de reunirse y atacar en forma simultánea. De esta forma se lograba un máximo de hundimientos y hasta devastar convoyes enteros.