Cotilleos históricos, dramas barrocos, vidas olvidadas. Monjas, demonios, embustes, alquimia, recetarios, oro. Y recuerda que, todo lo que te pasa a ti, ya le pasó a una monja en los siglos XVI y XVII.
Un podcast de Carmen Urbita y Ana Garriga. Producido por Podium Podcast.
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Entregadas en cuerpo y alma a descubrir todas las vidas menudas del barroco, en este episodio llevamos a cabo una operación de reciclaje que no es, en ningún caso, fruto de la desidia, sino una respuesta a todas las oyentes que desde hace años nos pedís que recuperemos a una de las personitas más fascinantes, olvidadas y tergiversadas de nuestros siglos más favoritos. “Céspedes — Elena y Eleno de, natural de Alhama, esclava y después libre, casó con un hombre y tuvo un hijo, después y muerto su marido se vistió de hombre y estuvo en la Guerra de los Moriscos de Granada, se examinó de cirujana y se casó con una mujer. Fue presa en Ocaña y llevada a la Inquisición donde se le acusa y condena por desprecio al matrimonio y tener pacto con el demonio. Sentenciada a salir al Auto público de fé que se celebró en la plaza del Zocodover de Toledo el domingo, 18 de diciembre e 1588, al que salió en forma de penitente con coroza e insignias que manifestaban su delito, abjuró de leve, y se le dieron cien azotes por las calles públicas de Toledo y otros cien por las de Ciempozuelos, reclusión de diez años en un hospital para sirviese sin sueldo en las enfermerías”. Entre acusaciones de “embaidora y embustidera”, de “invenciones y embelecos”, “embustes y embelesamientos”, asoma toda la violencia inquisitorial volcada en vencer la molesta ilegibilidad de un cuerpo fronterizo. Con este primer folio del proceso inquisitorial que se le abrió a Céspedes, comenzamos nuestro biopic barroco más demandado hasta la fecha: reconstrucciones históricas delirantes, atosigantes miradas panópticas, asombrosas transformaciones anatómicas y un constante nombrarse y renombrarse en el espacio mismo de la ilegibilidad. Si no podéis vivir ni un minuto más sin saber por qué el apellido de la mujer de Céspedes parece un jaque mate desternillante a la disciplina inquisitorial, dadle corriendo a play.
Se nos ocurren pocos regalos navideños más golosos y embriagadores que este retablo de dolores y angustias: el relato de la vida de una aspirante a santa tan cuajada de polémica que, en palabras del jesuita con carita de brontosaurio Antonio Núñez de Miranda, “ha de pulsar de susto el corazón, y latir de sobresalto en el alma”. En este episodio novohispano hablamos de alguien con más fervor jesuita que nosotras, de alguien que se resistió a los arrumacos de los hombres con más empeño que una lesbiana estrella dorada, una mujer que viajó, padeció, soportó, y luego rozó con las yemas de los dedos el tick azul de la santidad. Acompañadnos, amigas, en este biopic mexicano sembrado de secuestros, milagros, Baby Jesus con apego evitativo, Baby Jesus acosadores, bilocaciones bélicas y, sobre todo, un aparatoso entramado jesuita e inquisitorial bajo el que intentaremos llegar a la auténtica voz de la inconmensurable, muy manoseada, y después olvidada, Catarina de San Juan. Igual que el Niño Dios se encaramaba desnudo y suplicante al regazo de Catarina susurrándole al oído “Catarina, vísteme”, así nosotras nos encaramamos zalameras al micrófono para implorar: “México, invítanos”. Si no puedes seguir respirando hasta saber por qué este año nuevo tienes que cambiar el manifesting por la profecía, y si te va la vida en contabilizar las veces en que Catarina salvó milagrosamente la vida en su Destino final barroco, dale corriendo a play.
En el cabecero de la cama que vigilaba el sueño de María Estuardo durante su larguísimo arresto domiciliario, María mandó pintar un retrato suyo “arrodillada ante la cruz y su corona y su cetro a sus pies y sus manos al cielo” y, sobre él, el lema “Angustiae Undique”. Que María decidiera recordar, cada día al amanecer, que su vida nunca había dejado de ser una odisea espinosa en la que solo había “PROBLEMAS POR TODAS PARTES” nos parece, sinceramente, lo mínimo. Animadas por la primorosa fanfiction operística que se estrena el 14 de diciembre en el Teatro Real de Madrid, en este episodio elucubramos, de la mano del compositor Gaetano Donizetti y del director de ópera David McVicar, sobre la enemistad femenina más icónica de la historia. Ni Kim Catrall y Sarah Jessica Parker, ni Joan Crawford y Bette Davis, ni Paris Hilton y Lindsay Lohan: Isabel I de Inglaterra y María Estuardo. Acompañadnos, amigas, por este reguero de posesiones inalienables, carísimos regalos, Pimpinelas belcantistas, la bochornosa condescendencia de los cronistas de nuestros siglos más favoritos, jovencitos perfecta y angelicalmente homosexuales, calvinistas mohosos y unos enternecedores gorros de dormir. Si queréis saber qué escritor del siglo XX tuvo el descaro de usar el sintagma “pelea entre gatas” para desmenuzar el conflicto más sonado del siglo XVI, dadle corriendo a play.
Rodeadas por un muestrario abrillantado de Kens jesuitas y por dos Santa Teresas con coloretillos bien encendidos, en este episodio cumplimos el sueño de toda chica obsesionada con nuestros siglos más favoritos: grabar arropadas por el sosiego que solo puede darte un retablo barroco. En directo desde la Igrexa da Compañía de Santiago de Compostela, os invitamos a recorrer con nosotras los espacios más gentrificados del infierno, el fuego y el azufre más manoseados por predicadores y teólogos, un inframundo tantas veces cartografiado que se parece más a tus noches de insomnio sin orfidal que al espeluznante castigo eterno. Por suerte, desde la cama de Santa Liudivina hasta el Tratado del Infierno de Francesca Romana pasando, por supuesto, por el infierno mainstream que cinceló nuestra querida Santa Teresa, conseguimos convertir este paseo por el infierno en el cofre regalo con el que fantasea toda aventurera enclaustrada. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber cuánto pensaba Galileo que medía exactamente el brazo de Lucifer, si la vida se te hace imposible de sobrellevar sin sumergirte en la experiencia infernal 4D de los Ejercicios espirituales de San Ignacio, dale corriendo a play. Gracias infinitas al Área de Cultura de la Universidad de Santiago de Compostela por invitarnos y a Blackie Books por su Divina Comedia liberada.
Cuando el presente se ensombrece hasta encapotarnos el espíritu sin remedio, existe un recoveco diminuto, derrochón y estrafalario del barroco al que acudimos con desconsolado afán escapista: el Potosí en cantimploras, el Aranjuez en flores, el Oriente en olores y la gran magnirrotura que fue la visita a Madrid del príncipe de Gales en 1623. Acompáñanos en este episodio en el que intentamos aliviarte la zozobra llevándote de la mano por un Madrid más iluminado que las navidades de Vigo, invadido por hooligans diplomáticos, poblado por elefantes, linces y avestruces: un fracaso político de dimensiones inigualables, pero también un absoluto triunfo estético, un delirio festivo. Del outfit check de pipiolos del primer encuentro entre Felipe IV y el príncipe de Gales al affaire entre la mujer del Conde-duque de Olivares y el duque de Buckingham, te contamos hasta el último detalle (y hasta el último ducado) del Tomorrowland madrileño de 1623 hasta llegar, por fin, a las celosías del convento para recuperar los calculados mimbres estratégicos del inigualable “complot de las Descalzas” y del chantaje lacrimógeno de Mariana de San José desde el convento de la Encarnación. Si no puedes vivir un día más sin saber cómo un puñado de monjas logró desbaratar el enlace entre la infanta María Ana de Austria y el protestante mohoso del príncipe de Gales, y si te va la vida en descubrir y almacenar en tu cabeza para siempre el número exacto de platos que el conde de Monterrey sirvió en el banquete que ofreció en su palacio el 2 de abril de 1623, dale corriendo a play.
Pocas cosas desencadenan más ansiedad que elucubrar sobre el futuro. Por eso, cuando nos invitaron a participar en la edición de este año de la Biennal de Pensament de Barcelona, concebida bajo el marbete de “el mañana de todo”, corrimos temerosas a buscar refugio terapéutico en los delirios proféticos, en el desasosiego cronofóbico y en la temporalidad escatológica de nuestros siglos más favoritos. Acompañadas (contra todo pronóstico) por Francis Bacon y sus desiderata, de la mano de un (hasta este instante) desconocídisimo fray Juan del Pozo y su minuciosa manía por textualizar deseos tan necesarios como la multiplicación de anguilas en cualquier estanque y arropadas por Lucrecia de León, la veinteañera más embaucadora del Madrid del siglo XVI, en este episodio rebobinamos hasta los futuros barrocos para aplacar las ansiedades de nuestro propio porvenir. Si las personitas del barroco sabían que lo único que merecía la pena era la búsqueda incansable de lugares utópicos alejados de la tiranía de la productividad, si encontraron en una preciosísima ética del capricho el asidero necesario para combatir el pánico ante esa inminencia llamada futuro, nosotras (y vosotras) no vamos a dejarnos consumir por la nebulosa de lo que está por llegar. Si no puedes seguir viviendo sin saber por qué Lucrecia de León mandó construir unos bunkers en Villarubia de Ocaña, si te va la vida en descubrir por qué Robert Boyle hubiera sido más feliz en el Berghain que en la Royal Society, dale corriendo a play.
Siendo como somos (y lo sabéis) las pepenadas más consentidas, vuestras repipis predilectas, gusanillas patológicamente complacientes y ultimísima trinchera del recato, en este episodio nos atrevemos sin embargo a dejar atrás las celosías y la molicie aterciopelada de la intimidad doméstica para echarnos a las calles, como corsarias de cuantos puertos hay desde Atocha a Palacio, a seguir los pasos de las auténticas potaxies del barroco. De la mano de María de Navas y Teresa de Robles, dos actrices de todo menos discretas y ajenas a la polémica, os contamos cómo la élite de la interpretación y el estrellato barroco intervino con su propio desacato en las costumbres domésticas y urbanas; de cómo actrices como Navas y Robles fueron referentes imprescindibles para convertir a todas las madrileñas en un atajo de “deshonestas, las más dudosas y ninguna casta”; de desafíos a la autoridad y arrestos domiciliarios y sobre todo de GESTOS, muchos gestos y muchísima sassiness. Porque, amiga, da igual en qué siglo escuches esto: como los moralistas del barroco, todas sabemos que una gesticulación, un aspaviento exagerado y un meneo desmedido pueden siempre convertirse en la ventana abierta a un divorcio, a un escándalo amoroso o a una fuga de la justicia. Si no puedes vivir ni un día más sin enterarte de quién era la persona que más afters madrileños pisaba en el siglo XVII, y si te va la vida en descubrir cuántos segundos tardaban las clarisas de las Descalzas Reales en poner en marcha su U-Haul conventual para socorrer a una amiga, dale corriendo a play.
Da igual en qué siglo escuches esto: mientras tú pochas una cebolla, te grabas un Get Ready With Me o rezas una súplica ante el Santo Sagrario, no hay duda de que, en algún lugar no muy lejano, un grupo de hombres discute sobre si una mujer está o no está libre de pecado. En este episodio profundamente sevillano e inesperadamente bético (con un fugaz pero primoroso cameo de Héctor Bellerín) por fin damos rienda suelta al que quizá sea nuestro capricho más longevo: charlar largo y tendido sobre la polémica teológica en torno al dogma de la Inmaculada Concepción. Un sermón de 1613 capaz de cambiarlo todo, una Sevilla aterrorizada por los dominicos, esos fifes de la contrarreforma, chifladas hipótesis teológicas en torno al útero y los arrumacos de la pobre Santa Ana que nada tienen que envidiar a la rumiación conspiranoica de un buen hilo de forocoches, el abc de la geopolítica inmaculista y, sobre todo, el fervor concepcionista que no sabías que necesitabas. Si no puedes vivir ni un día más sin descubrir qué hizo Beatriz da Silva después de ser encerrada en un arcón durante tres días por un ataque de celos y recibir la aparición de la Purísima Concepción, y si te urge saber por qué tu próximo tatuaje debería ser TOTA PULCHRA, dale corriendo a play.
VUELVE TU SOSIEGO. VUELVE EL BARROCO. Arrebatadas y felices por volver a este rinconcito terapéutico nuestro, no podemos sin embargo evitar que la mano se nos escape nerviosa a toquetear las nuevas arrugas con que inauguramos la temporada, ni somos capaces de esconder bajo nuestro compromiso con la sonrisa perpetua el manojito de desarreglos intestinales, altibajos hormonales y demás achaques que nos atosigan en esta incipiente caduca edad cansada. Tras saciar la curiosidad de todas con un noticiario conventual en el que por fin nos pronunciamos sobre la rabiosa actualidad de las monjas cismáticas de Belorado y la apertura del sepulcro de santa Teresa, pasamos por fin a intentar encontrar el inesperado sosiego que se esconde en las peripecias de envejecer y el sobresalto de aterrizar en la categoría señoras. Baltasar Castiglione y las fantasías de perpetua juventud en su manual de perfecta pluma heterosexual para cortesanos, el secreto de la longevidad de las monjas de San Jacopo di Ripoli y Santa María Annunziata delle Murate y el tiernísimo declive de Juana Esperanza de San Alberto. Porque todo lo que te esté pasando a ti, ya le pasó a alguien en los siglos XVI y XVII. También los desasosiegos ante las primeras patas de gallo, el abrazo entusiasta de una cabellera totalmente canosa y el regocijo fantasioso ante promesas de longevidad. Si llevas toda una vida esperando a saber quién huele a cisco y alcrebite o cómo una monja de noventa y un años puede ayudarte a combatir el alzhéimer, dale a play.
Presas del terrible desamparo que nos consume ante un trance que jamás quisimos afrontar, Las hijas de Felipe recurrimos a un rosario de despedidas barrocas, desgarros amistosos y separaciones cortesanas y conventuales para enjugar las lágrimas que empapan nuestros tristísimos ojos. Este episodio, amigas, es un pequeño repaso por el repertorio sentimental de las despedidas barrocas: un intento de buscar en nuestros siglos más favoritos un poquito de aliento para daros una noticia seguramente dolorosa pero también muy necesaria. Pero, por favor, que nadie se hunda en la pesadumbre, que como siempre, al final del recorrido, y del viaje, hay jolgorio y regocijo, sonrisa perpetua y entusiasmo carmelita. Partimos, pero no sin el amparo de nuestro escuadrón angelical de ilustrísimas oyentes.
Las hijas de Felipe es el refugio sonoro del ahistoricismo deliberado, un espacio donde los rincones más remotos de los siglos XVI y XVII y los resquicios más impenetrables del presente se solapan en un anacronismo estratégico para, con suerte, sugerir cavilaciones y conexiones insospechadas. En este episodio en directo desde el Museo Thyssen de Málaga, dialogarán con la exposición Fieramente humanos para pensar los procesos de canonización desde la construcción contemporánea de la fama y la celebridad. Desde los rasgos exactos de Santo Domingo revelados por el demonio a las dominicas de San Plácido hasta las implicaciones del lip combo de Rosalía: un suculento y trepidante recorrido por los vericuetos de la santidad y el estrellato.
Felicísimas de poder aliviar al fin la quemazón que nos carcomía ante la falta de invitaciones para participar en actividades ontológicamente lésbicas, en este episodio grabado en el Festival Visibles de Barcelona, nos entregamos con desenfreno a una apología de lo que más nos encandila y atormenta a las lesbianas: la casuística amorosa. Ayudadas por las enrevesadas herramientas casuísticas de los jesuitas, os enseñaremos todo lo que necesitáis saber para navegar con éxito las pantanosas aguas de la incondicionalidad amorosa; arropadas por Madame de Scudéry y su ramillete de amigas précieuses, militantes de la agamia barroca, os guiaremos por una liosísima cartografía de los afectos para desembocar en el desenfreno lujurioso de Inés de Santa Cruz y Catalina de Ledesma, Las Cañitas, nuestras Tukus barrocas, y desmentir de una vez por todas el mito de la lesbian death bed. Si te urge saber quiénes eran la Holland Taylor y la Sarah Paulson del barroco, si no puedes vivir ni un minuto más sin averiguar cómo acaba el estropicio poliamoroso de Las Cañitas, dale corriendo a play.
Arulladas por el gusaneo y la desidia que acompaña siempre el comienzo de un nuevo año, en este episodio os traemos la tercera y, prometemos, última versión del remotísimo episodio piloto con el que nacieron Las hijas de Felipe. Angustiadas de reencontrarnos con las Ana y Carmen de hace cuatro años, perplejas ante nuestra perpetua capacidad de ralentización, empezamos el año recuperando el único placer culpable que compartimos con nuestro padre: el aplazamiento. Entre el soleado halo marbellí de Julio Iglesias y la palidez escurialense de Felipe II existe un puñadito inesperado de correspondencias que ya hiló muy juiciosamente Patricia Esquivias. Continuando con su malabárico ejercicio de anacronía estratégica, encontramos en las plácidas sobremesas de Julio en su mansión de Indian Creek el reflejo invertido de las "tardes dulces y apelusadas como un melocotón" vividas por Felipe II en su Escorial. Si Julio es la ociosidad tostada por el sol dorado del desarrollismo, nuestro padre es el cansancio perpetuo de un trabajo improductivo, perdido en laberintos interminables de pliegos y papeles, "holgándose en menudencias" y aplazando el sinfín de urgencias que requería un reino en ebullición. Con razón protestaba Diego de Silva en 1589: "la menudencia con que Su Magestad trata los negocios más menudos es materia de lástima, porque perder el tiempo para no ocuparle, esso es lo que los hombres llaman pasatiempo, mas ocuparle para perderle cosa es a que no se puede poner nombre". Pero Las hijas, estudiantes perpetuas y aplazadoras natas, sabemos que sí hay un nombre para su incesante pero infructífera labor: se trata de nuestra amiga LA PROCRASTINACIÓN. En este episodio os llevamos de la mano por los sudores de la microgestión obsesiva, os abrimos una rendijita a la intimidad sonrojante de nuestra escritura y os desvelamos la infalible técnica de los 5 minutos para vencer el síndrome de la procrastinación.
Si de algo sabemos las lesbianas es de fantasía: de reconstruir inmensidades a partir de señales casi imperceptibles, de aferrarnos todo lo posible a un mosquetón, un pantaloncito de chándal, una mirada furtiva, un comer con las manos, un encenderse un cigarro con gracia. Ahora y hace 500 años. En honor a esa fe transhistórica en la fantasía del deseo lésbico, rastreamos para el Festival de Literatura Queer en Español en Londres atrevidas menciones y veladas alusiones al deseo lésbico en la literatura de nuestros siglos más favoritos. Un tesoro para sométicas, baldreseras y fricatrices: el regalo navideño más suculento que vais a recibir estas navidades. Las fugaces esperanzas del travestismo escénico, la to-do-list pastoril para tener la mejor primera cita de tu vida y la literatura devocional de exaltación mariana convertida en inesperado pero certero acicate de la polución con una misma. Todo para concluir, como el personaje de Flora en la novela de María de Zayas, que “donde las veo y más tan bellas…se me van los ojos tras ellas”.
Las hijas de Felipe es el refugio sonoro del ahistoricismo deliberado, un espacio donde los rincones más remotos de los siglos XVI y XVII y los resquicios más impenetrables del presente se solapan en un anacronismo estratégico para, con suerte, sugerir cavilaciones y conexiones insospechadas. Este episodio-performance se integra en Clima Fitness con el mismo ánimo: trenzar coincidencias y desencuentros en el gesto transhistórico de los rituales de adaptabilidad. Para ello, ejerceremos de extrañas ventrílocuas de la caterva de predicadores que, desde púlpitos y tratados, asediaron a los religiosos que llegaban a Nueva España con estrictos mandatos de adaptabilidad al nuevo entorno. Pero también veremos que, a su vez, estos fabricadores de sermones se instan unos a otros, desde sus manuales de predicación, a ejercitar un rigurosísimo entrenamiento somático. Son textos que articulan toda una poética del cuerpo del predicador (el sudor, la saliva, los mocos) para eliminar cualquier atisbo de fuga o contaminación ambiental. Y, en un último gesto, ponemos a prueba, en nuestros propios cuerpos, los mandatos del sermón. Un surtido de rituales de adaptabilidad barrocos, una hibridación de exigencias y saberes y un felicísimo encuentro en el púlpito-gimnasio-dispositivo de Clima Fitness.
Entre la abundancia de reliquias, bordados, cartas, cuadros y tesoritos con los que podemos deleitarnos al visitar el Monasterio de la Encarnación de Ávila, las monjas han preservado una pintura que, por sus trazos gruesos, su precariedad técnica y su remota ubicación, no suele retener la atención de visitantes y estudiosas. Las vigas de madera que sostienen el techo de una de las diminutas celdas conservan el peregrino autorretrato que alguna carmelita de las muchas que circularon por este convento (en el que nuestra santa Teresa vivió entre 1535 y 1562) se animó a pintar justo donde caía su mirada al tumbarse boca arriba sobre el jergón de la cama. Deshechas en ternura, admiración y sorpresa ante las pinceladas rápidas y toscas de la carmelita, en este episodio nos adentramos en claustros de clarisas y de agustinas recoletas, de jerónimas y de benedictinas, para recordar que las monjas de nuestros siglos más favoritos de la historia no solo se entregaron a meticulosas labores de manos y rentables elaboraciones de objetos suntuarios, sino que también sucumbieron a la pintura, el dibujo y la escultura. Entre la célebre clarisa de Lerma Sor Estefanía de la Encarnación, que aseguraba que “todos los que entraban a verme pintar” juzgaban que tenía “tanta dicha como Sofonisba” y aquella anónima carmelita, de la que solo sabemos que un día se atrevió a mojar un pincel en pintura negra para bosquejar su autorretrato, descubrimos una larga genealogía de monjas que, espoleadas por un ansia de pertenencia cívica y cultural, decididas a ostentar una marca diferencial de devoción, necesitadas de patronazgo o, simplemente, deseosas de adornar las paredes de los conventos con sus propios trabajos, pasaron no pocas horas de la clausura entre lienzos y cinceles.
¿Piensas por ventura que la naturaleza dio de balde tetas a las mujeres y que puso allí aquellos dos pezoncitos como dos berruguitas no por más de por una cierta gentileza o hermosura de los pechos? Buenos estábamos por cierto. No lo hizo sino a fin de que la madre habiendo parido tuviese con que poder criar a su hijo, según hacen todas las otras alimañas.” Que esta espantosa sentencia de Juan Luis Vives, carísimas oyentes, no os abisme en el desasosiego, porque con este episodio verdaderamente espectacular venimos a demostrar que también en todo lo que concierne a la leche y a la lactancia, lo que los humanistas te quitan, las monjas barrocas te lo devuelven, y los sinsabores que los tratados médicos te dan, ellas te los quitan. Sobrecogidas y colmadas de regocijo lácteo os presentamos uno de nuestros episodios más favoritos hasta la fecha, un delicioso recorrido por vírgenes lactantes, reliquias de leche en polvo, nodrizas a precios desorbitados, hombres amamantadores, la cripta láctea de Belén, humanistas desquiciados con disciplinar la leche materna, pezones milagrosos, lactancias mercenarias, Cristos lactantes y, como siempre, un manojito espléndido de místicas, dominicas y clarisas para demostrar que, como siempre, fueron las monjas las que supieron como nadie dar empaque semiótico a los fluidos corporales y resignificar hábilmente la obsesión láctea del siglo para hacerse un huequito en el mundo más allá de las celosías.
El 31 de marzo de 1614 El Greco empuñaba la pluma para firmar, agotado y tembloroso, un último documento: Sepan cuantos esta carta de poder para testamento vieren cómo yo Dominico Teotocopuli pintor vecino de esta ciudad de Toledo estando echado en una cama enfermo de enfermedad que dios nuestro señor fue servido de me dar…digo que por cuanto por la gravedad por cualquier causa e razón que sea dejo e nombro en todos ellos por mi universal heredero a el dicho Jorge Manuel mi hijo y de la dicha Jerónima de las Cuevas para que todos ellos los haya y herede e goce y disponga dellos como cosa suya con la bendición de Dios y mía. Debilitado por las dolencias que le llevarían a la muerte el 7 de abril de ese mismo año, El Greco otorgaba a su único hijo una carta de poder para que hiciera testamento en su nombre. Además de un buen puñado de deudas, Jorge Manuel recibió de su padre minuciosas indicaciones sobre cuántas misas y novenarios debían seguir a su entierro, cuántos frailes franciscanos debían velar su cuerpo, quiénes eran los clérigos que seguirían su cadáver hasta el convento de Santo Domingo donde sería enterrado.
Pasmadas ante una pormenorización tan exhaustiva de los protocolos que debían seguirse a su muerte, en este episodio grabado en el Museo de El Greco de Toledo venceremos el desasosiego a que tan fúnebres pensamientos nos asoman para desembrollar el mortuorio decálogo de reglas, métodos y rituales que pautaban el delicado arte del morir barroco. Aunque algunos, como el jesuita Juan Bautista Poza en su Práctica de ayudar al buen morir (1619), quisieran zanjar el más misterioso de los trances con una áspera enumeración — “El cuerpo a la tierra, las deudas a los acreedores, la hazienda a los herederos, la limosna a los necesitados”—, Las hijas de Felipe perseveramos hasta desempolvar todo lo que las artes moriendi encierran de autorretrato inusitado, ritual de desasimiento y escabrosa autoficción.
“Ella es de estatura grande y abultada para mujer, bien que por ella no parezca no ser hombre. No tiene pechos: que desde muy muchacha me dijo haber hecho no sé qué remedio para secarlos y quedar llanos, como le quedaron”. Con esta sintaxis movediza e inestable describía en 1626 Pietro della Valle, amigo del Papa Urbano VIII, la escurridiza identidad de Catalina / Antonio de Erauso. De novicia huida a alférez pendenciero, de dominica conflictiva a intrépido mulero-mercader, Erauso se convirtió en uno de los personajes más diseccionados, aclamados y ficcionalizados del siglo XVII. En este episodio, desgranamos cada detallito de su ajetreada biografía para acabar confesandoos, amigas, nuestra animadversión hacia este colaborador con el genocidio colonial, y para finalmente cobijarnos en su transformación en icono mítico y así trazar, acomopañadas de reconocidas voces de artistas y teóricas, un atiborrado ramillete de genealogías disidentes: precedente trans, precursora butch, travestida pre-drag king y poliédrica virgen-guerrero. Si no podéis vivir ni un minuto más sin saber con qué manual de esgrima se preparó la actriz Luisa Robles su arrojado papel para convertirse en monja alférez en 1626, y si necesitáis averiguar qué une a Juana de Arco, Mulán y Santa Tecla, dadle corriendo a play.
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“Dar es señorío, recibir esclavitud”. Incapaces de hacer nuestro el lema de los Mendoza que amparó a la marquesa del Cenete en su delirante fiebre del regalo y en su labor de sugar mami intelectual, y ansiosas por disfrutar de nuestro espíritu más regalado y regalón, en este episodio desmenuzamos para nuestras dadivosísimas oyentes las múltiples tesituras del gesto transhistórico del obsequio. Con un elenco de personajes insoportablemente VIPs y algún inevitable devaneo por ese reducto feudal que es la reviste Hola, recuperamos el circuito de reciprocidad de la economía del regalo, nos regodeamos en el anciano acercamiento discursivo a emblemas y memes, recuperamos el costoso adiestramiento en coleccionismo de Mencía de Mendoza, la Blue Ivy del barroco, advertimos contra souvenirs embarazosos y molestas aduanas y, en un insospechado recorrido que enlaza mejillas de santas y demás reliquias de las Descalzas Reales con injertos de pelo y otros sobornos de la Gürtel, os invitamos a lagrimear con nosotras por el descalabrado declive en la coacción del agasajo diplomático. Si no podéis vivir ni un minuto más sin descubrir qué amistad de nuestra santa Teresa sufrió ciertas marejadillas por la latosa jerarquía del agasajo o si necesitáis saber inmediatamente con qué primoroso intercambio de regalos echamos la lazada final a este episodio, dadle corriendo a play.
Carísimas oyentes, siervitas nuestras del barroco, rebañito humilde del anacronismo estratégico: Las hijas de Felipe volvemos hoy en una nueva temporada, porque bien sabemos que no existe remedio mejor para las borrascas de este siglo que el refugio de un amistoso rinconcito terapéutico. Después de un verano aciago, volvemos dispuestísimas a trazar en este episodio una genealogía de alegrías, sosiegos, turbulencias y erupciones de la amistad. Porque, ya lo sabéis, cada nuevo episodio de este podcast es la secuela de un flechazo amistoso, el nuestro, casi tan arrebatado como el que en 1608 llevó a la carmelita Ana de Jesús a escribirle a su adorada Beatriz de la Concepción “que estamos hechizadas la una con la otra, porque el día que no hablo con vuestra reverencia no puedo vivir”. Y también porque es la urgencia de ubicar las coordenadas históricas de las redes de amistad femenina y el deseo de trazar y compartir genealogías celebratorias en las que reconocernos todas lo que sigue alentando nuestro extrañísimo empeño de sostener un podcast ceñido a la cultura de los remotos y manoseados siglos XVI y XVII. “Todo lo que te pasa a ti ya le pasó a alguien en los siglos XVI y XVII”, decimos siempre. También la euforia, los desvelos, las turbulencias, los cuidados, el rigor y la devoción de las amigas.
Incapaces de frenar nuestros instintos más escabrosos, en este episodio no nos resistimos a revivir la fascinación con la que nuestras personitas del barroco se empeñaron en desvelar qué escondían las “repugnantes interioridades” corporales. Entre conocidísimos armatostes anatómicos como el tratado De humani corporis fabrica (1543) de Andrés Vesalio y sonadas descripciones disectivas como la que tuvo lugar en Santo Domingo en 1548 de “unas mellizas unidas por el cordón umbilical”, venimos a descubriros una práctica feminizada, y a menudo olvidada, de la disección. Despegándonos del academicismo médico masculino, abandonamos momentáneamente el barroco para viajar entre susurros conventuales hasta la Italia del siglo XIV para asistir, acompañadas de las majísimas Margherita, Lucia, Caterina y Francesa al cuidadoso descuartizamiento y escrutinio del cuerpo incorrupto de su compañera de religión —veremos cómo “la dicha Francesa lo abrió por la espalda por su propia mano, como habían acordado”, porque “las monjas no podían descansar ni sosegar hasta saber qué cosas” había ahí dentro—, para acabar, de vuelta en el barroco, celebrando el minucioso conocimiento anatómico y disectivo de nuestra adorada Sor Juana Inés de la Cruz.
Decididas a convertirnos por un ratito en mediums transhistóricas, hábiles orquestadoras de solapamientos biográ cos, nos aventuramos a enhebrar, en nuestro episodio más arriesgado hasta la fecha, las vivencias adolescentes de dos joyas chilenas: a una de ellas, Úrsula Suárez, la invocamos a través de la larguísima Relación autobiográfica que escribió entre 1708 y 1732 en el convento de clarisas de Santa Clara de la Victoria de Santiago; a la otra, Javiera Mena, la tenemos junto a nosotras de cuerpo presente en el caluroso Madrid de 2023. Guiadas por la mano díscola de Úrsula, la monja con la adolescencia más con ictiva y caprichosa del barroco, indagamos en esquemas juveniles y educaciones sentimentales, aborrecimientos matrimoniales y fantasías voyeurísticas, jerarquías familiares y culpa católica. Si queréis saberlo todo sobre las fantasías y ansiedades de estas dos mujeres “invencioneras y ardilosas”, “presuntuosas y fantásticas”, “comediantas y alegres”, dadle corriendo a play.
De entre las muchísimas formas que el vidrio tomó en la industria manufacturera de la Venecia del barroco existió una particularmente licenciosa y sonrojante. Los calurosos hornos de Murano, entregados sin pausa a la confección de sofisticados artilugios que pudieran saciar un mercado europeo sediento de lujos, también se entregaron al delirio erótico con la elaboración de dildos de cristal. Deshechas en mareos por la resaca barroca del Sarao, y en sonrojos, por el impúdico tono al que este asunto nos arrastra, en este episodio recuperamos y aumentamos nuestro material más indecoroso hasta la fecha, antes solo al alcance de las más fidelísimas oyentes y, a partir de hoy, disponible para ruborizar los oídos de todas las devotas. Os descubrimos los entresijos de una transgresora cultura pornográfica que, gestada entre los canales de Venecia, llegaría a penetrar los porosos límites de la clausura. Las escabrosas posturas de los Sonetos lujuriosos de Aretino, las monjas revoltosas de sus Ragionamenti y el torbellino de acusaciones, persecuciones e intentos de asesinato nos abrirán una rendija a los deliciosos mecanismos —entre el escándalo y los vicios compartidos— que orquestaron los rincones más lujuriosos de nuestros siglos más favoritos de la historia. Pero, manteniéndonos fieles al modestísimo recato que nos caracteriza, frente a estas fantasías masculinas de orgías, intercambios de poluciones y encuentros furtivos, Las hijas indagamos en los anhelos de domestichezza matrimonial que verdaderamente condicionaron el celibato en la clausura veneciana.
Las manos arrugadas y venosas que, pese a las flaquezas propias de la edad, empuñan con firmeza un crucifijo y un pequeño breviario. El rostro arrugado y ojeroso recogido por una ceñida toca blanca. Unos ojos brillantes que, ligeramente alzados, nunca cesan de acompañarte con la mirada. De entre todos los retratos barrocos que atosigan las paredes del museo de El Prado, ninguno tan conminatorio y riguroso como el de Jerónima Yáñez de la Fuente. Ninguno, tampoco, esconde bajo tal pátina de recogimiento un relato tan insólito e itinerante como el de esta clarisa toledana. Bienvenidas, amigas, a nuestro episodio más aventurero y expedicionario hasta la fecha: un sentido homenaje a las despedidas y a las que se quedan viendo cómo las demás se van, un agotador periplo transatlántico de Toledo a Cádiz, de Cádiz a Veracruz, de Veracruz a Acapulco y de ahí, por fin, a las Islas Filipinas, a la intemperie, pero siempre guiadas por la mano certera y diligente de Jerónima de la Asunción, la florecilla más tardía del barroco, y su “pequeño y angélico escuadrón” de intrépidas clarisas excursionistas.
Cuando el 20 de mayo de 1664, el Gran Duque de Toscana, Cosimo III, visitó el acaudalado convento de San Lorenzo de Venecia, salió de allí perplejo asegurando que las benedictinas que habitaban tras las celosías llevaban “los senos medio descubiertos” y que sus hábitos parecían más “de ninfas que de monjas”. Decididas a alejarnos de la pátina lasciva que recubre las palabras del baboso de Cosimo, en este episodio nos entregamos al delirio de opulencia y vanidad de la clausura veneciana para convenceros, amigas, de que tunear el hábito con una manga japonesa de seda negra, un choker de perlas, o un escote de infarto bien podía ser una forma poderosísima de ejercer la ciudadanía robada por una clausura a menudo no consentida. Siguiendo demasiado al pie de la letra la regla benedictina que exigía “vestir al desnudo”, las monjas venecianas lograron convertirse en las reinas de la transparencia hasta hacer de sus locutorios un atiborrado showroom barroco de La Perla. Si queréis saberlo todo de la monja que andaba detrás del Inditex conventual más boyante de toda Venecia, y si no podéis vivir ni un segundo más sin descubrir por qué la jovencísima Tiktoker BbTrickz se parece más de lo que imagináis a las ricachonas enclaustradas en la Venecia del siglo XVII, corred a darle a play.
Y si te apetece, vente al "Sarao Barroco" el día 4 de junio en el Palacio de la Prensa de Madrid. ¡Consigue tu entrada!
“Mandamos, por santa observancia, en virtud del Espíritu Santo, bajo pena de excomunión, que ninguna religiosa hable en materia de encarrujos”. Presas del asombro en que nos sumió este interés desmesurado por prohibir a las monjas de Santa Clara de Querétaro la mera verbalización de un tipo de pliegue en la tela del hábito, y coincidiendo con la insólita aparición de vuestras empollonas favoritas en las páginas de Vogue, en este episodio revolvemos en arcones y roperos del convento para contaros absolutamente todo lo que siempre quisisteis saber sobre los sistemas sartoriales de la clausura, la semiótica conventual y la finísima jerarquía del dispendio estético en el hábito. Uníos a nosotras en la travesura de desoír el consejo de nuestra Santa Teresa, que nos anima a guardar “todo descuido de sí”, y ataviaos con vuestros velos, panochas, veneras y zempanzúchiles más aparatosos para asistir a esta barroquísima pasarela novohispana de monjas coronadas, reinas por un día. El dudoso ecologismo de las “monjas vaqueras”, el delirio insoportablemente aesthetic de jerónimas y concepcionistas y justificadísimas protestas contra el imaginario querúbico, cardenalicio y episcopal de La Met Gala de 2018: todo esto y mucho más para zanjar, amigas, que puntillas, gamas cromáticas, bordados y accesorios siempre fueron, además de exquisita coquetería, toda una simbología de resistencia. Si queréis saber el nombre del único complemento por el que merecería la pena sacrificar vuestra salud cervical y si no podéis vivir ni un segundo más sin descubrir la herramienta definitiva para ubicar a qué orden perteneceríais según vuestra vibra estética y espiritual, calzaos vuestros chapines y dadle corriendo a play.
Manuquiel Serafín, Anacón Dominación, Ariel Querubín, Aolaol Virtud, Maraón Trono, Baruel Principado, Manuqueón Arcángel y así hasta 6.666 demonios con sus 6.666 nombres ocuparon en forma de culebras, cangrejos, monos, iguanas, gusanos, caballos, conejos, sapos, terneros, gatos, toros y lagartos hasta el último recoveco del cuerpo de Luisa Benítez, alias la Pacora, monja del convento de Santa Clara de Trujillo, Perú. El proceso inquisitorial iniciado en 1674 cuenta que el asedio demoníaco a la clarisa llegó a tanto que “en cuanto obraba y dejaba de obrar sentía abrasarse tanto de día como de noche sin dejarla sosegar”, porque el poliédrico y zoomorfo enemigo “la tenía todo el cuerpo y la cara toda acardenalado de los porrazos que le daba”, mientras “le convidaba a tener actos carnales poniéndole delante muchas veces, y muy de continuo, hombres y mujeres tocándose deshonestamente”. Decididamente reacias a replicar el 50 sombras de grey conventual de la libidinosa mirada del Santo Oficio, en este episodio dejamos a un lado anodinos estigmas, ojos en blanco y chillidos a deshora para encontrar en la posesión demoníaca la estrategia más aparatosa, truculenta y sentimental de dos monjas periféricas con “espíritus como entretejidos”, bastante enamoradas. Acompañadnos, amigas, en este tembloroso y encendido recorrido por fandoms lastrados, Tukus endemoniadas, sospechosas evacuaciones seminales, exorcismos butch y trasvases lésbicos angelicales. Si no aguantáis ni un minuto más sin saber en cuántas legiones se dividían los 6.666 demonios, quiénes eran Gloriei y Finiel o quién cura la vaginosis a la Pacora, dadle corriendo a play.
Desde Lisboa, Felipe II escribe una carta a sus hijas en la que, entre noticias y consejos, asoma de pronto la alusión familiar y enternecida a una irresistible figurilla marginal: “Ya creo que Magdalena no está tan enojada conmigo, pero ha días que está mala, y se ha purgado y quedado de muy mal humor y ayer vino acá; y está muy mal parada y flaca y vieja y sorda y medio caduca y creo que todo es del beber”. Sin que sirva de precedente, amigas, en este episodio abandonamos celdas y celosías, confesionarios y tornos, para presentaros, en riguroso biopic áulico, a nuestra truhancilla de la corte favorita: Magdalena Ruiz. Os descubrimos cada rinconcito de la vida de esta “sabandija palaciega” recuperando en el camino a otras “gentes de placer” como Sarmentico, Perequín, Periquillo, Juan Calabacillas, Bonamí o Isabelica la Chova, os revelamos los sonrojantes detalles de los crushes más ardientes de Magdalena, su fervor taurino y su longevo espíritu embriagado y jaranero para presentaros a la persona más lenguaraz, disfrutona y cautivadora que pululó alrededor de Felipe II. Un episodio con ASMR museístico, intensos devaneos sobre las maquinaciones que sostienen tanto los retratos dinásticos como la elección de fotos Tinder, la cosificación de lo monstruoso, su insubordinación, y dos merecidísimos desprecios a nuestros no tan queridos Covarrubias y Robert Burton. Amigas, si no aguantáis ni un minuto más sin saber cuántos maravedíes se gastaban las hijas de Felipe en ropita para sus monas o el número exacto de besos que Magdalena pide darle al Duque de Alba, dadle corriendo a play.
Decía Oliva Sabuco de Nantes (manchega sensacional), en su Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos(1587), que “el sueño es el principal alimento y nutrición de la vegetativa, alegra y renueva la naturaleza, como si de nuevo comenzase; pero este también se ha de tomar con la regla, meta y raya de la temperancia, porque si de esta pasa, hace el cerebro aguanoso, y caduco, y daña”. Más ojerosas y consumidas que nunca, en este episodio vuestras pepenadas desveladas favoritas soñamos con vernos por fin con el cerebro aguanoso, y caduco, y dañado por el sueño que tanto se nos resiste. Acompañadnos, amigas, en un recorrido insomne por rutinas y teorías del sueño barroco, espantosas denuncias del descanso, tiernísimas cabezadas, rigurosas criaturillas maldurmientes, el asmr barroco definitivo y consejos infalibles de la Santa. Cuando la vida os turbe, cuando la grandísima repugnansia os espante con desvelos cotidianos, respondedle como Santa Teresa a María del Sacramento: “hermana, cuando eso sea, pensaré lo que he de hacer, ahora déjeme dormir”. Si os van la vida y el descanso en saber la posición exacta en la que debéis colocar la mano para conciliar el sueño, si necesitáis la receta definitiva para no contristecer jamás a vuestro ángel de la guarda, o si os urge tatuaros nuestro verso favorito de Sor Juana, dadle corriendo a play.
“Las que tiene mal de madre” escribía el médico, cirujano y astrólogo Juan de Barrios en 1607, “no constan de juicio, y no se pueden menear algunas veces, y el color de la cara es amarillo, y prívanse de habla, y a algunas se les tiran las piernas, y se encogen y los dedos de las manos … y todas tienen remordimientos en el estómago”. Arrastradas por la dolorosa empatía que nos despiertan estas lúcidas evocaciones sensoriales del viacrucis de la regla, en este episodio os llevamos de la infame misoginia del Levítico 15 a las estrategias de resignificación menstrual de jovencísimas tiktokers para regalaros un ratito de autoconocimiento, consuelo y analgesia. Queridas oyentes, criaturillas menstruantes, ex-menstruantes, futuras menstruantes y no menstruantes, acompañadnos en este viaje terapeútico por oscuros trapicheos de sangre menstrual, misioneros agustinos empecinados en disciplinar las onzas de sangre que debes expulsar, libidinosas solicitaciones de confesión, nuestra adorada economía de los fluidos y, como siempre, la Santa Teresa más amiga y cuidadora. Amigas, si no podéis seguir viviendo sin saberlo todo sobre Lady Elizabeth Delaval y su transformación de la menarquia en un espacio de dominio corporal, si os urge saber si en la próxima menstruación echaréis mano de los remedios de Pieter van Foreest o de los de Ana de San Bartolomé, dadle corriendo a play.
Cavilando la manera de emular la senda baratona y negociadora de la Santa, comenzamos este episodio con el anhelito de lanzarnos a vender cosas dadas de nuestra mano para que se estimen como reliquias a sabiendas, ay, de que ninguna gamuza de gafas estampada con el logo de Las hijas de Felipe alcanzará nunca ni una uñita del éxito comercial que con sus tropelías, embustes y diligencia de manos cosecharon nuestras personillas del barroco de hoy. Acompañadnos, amigas, en este viaje por falsos milagros (porque verdaderos, quién lo duda, también los hay) que nos lleva de la avispadísima María de Poblete reintegrando y multiplicando panecillos de Santa Teresa en Ciudad de México a la aparatosa escape room madrileña del hechicero, nigromante y montajista Juan de Espina. Delirantes testimonios notariales que sufren por textualizar o desacreditar lo milagroso, las pareidolias de Carmen Porter, los muchísimos vaivenes del gluten en la jarra Capitana, campanas que se tocan a sí mismas, autómatas fallidos y un descontrol de prodigios que termina en ruina. Si quieres quedarte boquiseca descubriendo qué triangulación esotérica encierra la calle Cardenal Silíceo de Madrid o necesitas escucharnos titubear ante el fuck marry kill definitivo del barroco, dale corriendo a play.
“Me hallo como un pequeñillo y vilísimo gusano sumido en un profundo piélago de misericordias”, le escribía Luisa de Carvajal desde Londres a su amiga Magdalena de San Jerónimo el 2 de febrero de 1606. Sumidas, como Luisa, en el pozo sin fondo que es la complacencia desmedida, en este episodio nos lanzamos a los brazos de Sor Juana y Santa Teresa, nuestras prestidigitadoras de la negación más favoritas, para intentar enmendarnos y nunca jamás ser unas people pleasers de manual, dándoles la espalda para siempre a esos viles gusanillos complacientes que somos. Si os urge conocer la taxonomía de la obediencia bajo la que vivían las clarisas del Corpus Christi de México, si no podéis con la desazón de despertaros un día más sin saberos al dedillo las Constituciones carmelitas, o si necesitáis cada detalle sobre la mayor de las rabietas de Sor Juana desencadenada por un malicioso jesuita, dadle corriendo a play. Y recordad siempre, amigas, que como decía la Santa, “hay que tener gran cuenta con no disculparse si no fuere en cosas que es menester, que hallarán mucho aprovechamiento en esto”.
“Me vi harto imperfecta aquel día”, cuenta en su Libro de las fundaciones una agobiadísima Santa Teresa al recordar las desazones de una capilla mal tejada y unas paredes sin encalar. Las amigas que guarden en las pupilas el dolorcillo perenne de haber emprendido obras en casa harán suyo el desasosiego de la Santa: “yo no sabía qué hacer, sino que me estaba deshaciendo, y dije a nuestro Señor casi quejándome que, o no me mandase entender en estas obras, o remediase aquella necesidad”. Desde nuestra perpetua bilocación y sin morada que acomodar, Las hijas de Felipe nos lanzamos impúdicamente al intrusismo profesional con un episodio en directo desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid en el que pasamos de puntillas por la figura del arquitecto barroco para por fin hablaros de la arquitecta Plautilla Bricci, de monjas mañosísimas, de conventos en apuros, de arquitecturas de emergencia e incluso de nuestras propias ansiedades con lo público y lo privado, con la celda y el claustro. Amiga, si quieres saberte al dedillo cada percance del grand prix conventual carmelita, dale a play.
Con las orejillas encendidas por el entusiasmo y el corazón completamente arrebatado, esta semana os regalamos los oídos y, excepcionalmente, la mirada, con un episodio que es todo cosa de sueño, auténtico gozo cumplido.
Entre ostentosas iglesias marmoladas, caóticas fundaciones carmelitas, cotizadas reliquias y una miríada de apropiaciones, dedicamos este episodio a compartir con vosotras nuestra imagen más personal y predilecta de Santa Teresa. Tiritando de nervios y ternura, y muy blanditas de condición, escuchamos en primicia la nueva y deliciosa canción de Chico y chica, “Santa Teresa de Jesús”, y charlamos con la maravillosa Paula Ortiz sobre su próxima película “Teresa”: todo para celebrar a nuestra santa más elástica y proteica, astutísima aguililla social y verdaderamente embaucadora, porque, como diría ella misma, “es raro que yo me confunda en algo y caigo bien a todo el mundo porque lo sé y lo digo yo”. Si no puedes esperar a escuchar la canción que no te vas a querer quitar de la cabeza nunca jamás, si te urge descubrir a quién le atronó la garganta cuando la Santa le dio a probar un pedacito de melón, o si te deshaces de impaciencia por conocer con qué nombres de profesas se apartarían del siglo Alicia, José Luis (Chico y chica) y Paula no esperes más y corre a darle a play.
* Por una ineludible diacronía barroca, los audios de Alicia San Juan, la cantante de Chico y chica, están en el clip final que corona el episodio.
De sobra es sabido que las hijas de Felipe vivimos, como fray Bernardino de Laredo, en un incesante elogio de lo diminuto. Por eso, en este episodio y alentadas por la calidez navideña, nos sumergimos en la temporalidad privada de la miniatura, recorremos los belenes más extravagantes de las clausuras barrocas y os revelamos, con muchísimo deleite, los rituales, jolgorios y celebraciones carmelitas que pautaban la cerrazón de los conventos durante la navidad. Arpías, corales, loros, papagayos, escondites sacros, belenes queers, recuerdos de casitas de muñecas y canastillas místicas atiborran nuestro episodio más delicado hasta la fecha. Si no podéis vivir ni un segundo más sin saber dónde está Belén con el único Gaspar a lomos de un unicornio, dadle corriendo a play.
“Grandissima repunansia siento en volver a haser esta obra por muchas causas y rasones ... y la prinsipal es allarme tan falta de salud que parese inposible, estando como estoi, que pueda escrevir tanto como ai que escrevir”. Descorazonada, perpleja y enrabietada escribía María de San José estas palabras ante la desaparición de los diez cuadernos que, con exquisita minuciosidad, había escrito a lo largo de casi veinte años. En nuestro episodio más biopic hasta la fecha, os invitamos a recorrer con nosotras los recovecos más desconocidos y sinuosos de la vida de nuestra grafómona y grafófoba más favorita de la historia: la agustina recoleta María de San José. Aborrecedora de varones, intimísima amiga de “niñas pepenadas”, escritora compulsiva, penitente inquebrantable y, sobre todo, para nosotras, un caluroso cobijo de empatía y amistad al que volver la vista en momentos de desazón. Amigas, si queréis saberlo todo sobre la monja barroca que más abusa de la palabra travesuras en su autobiografía espiritual, si necesitáis con urgencia escucharnos desvelar pedacitos de nuestros diarios de infancia, si no podéis vivir ni un minuto más con la grandíssima repunansia de no intimar con María de San José, dadle corriendo a play.
“Son estas lágrimas mi manjar”, decía le beguina María de Oignies, “mi pan de cada día y cada noche. Me colman el alma, sosegándola con dulcísima unción, como pócima curativa”. Con temor de estar abusando del lamento quejicoso y plañidero en que nos sume la celdita de Rhode Island, en este episodio recurrimos a las lágrimas de nuestras visionarias, santas y biblical weepers más favoritas para categorizar y enjuiciar (pero también acariciar) nuestro propio llanto. De la taxonomía lacrimógena de Catalina de Siena y su “Doctrina de las lágrimas” al funambulismo gestual de la llorera escénica de María de Santo Domingo; de la lacrifagia, los humores sanguíneos en movimiento y los ardores vaporizados por la vista a la proteína de las lágrimas; de las lágrimas de compunción y las de dulzura a los handsome weeping boys japoneses; de los selfies afligidos de Bella Hadid a la Semana Santa y la arriesgada iconografía de la corredentora. Con el documental de Dulceida aún ardiendo en las pupilas y espoleadas por la sospecha de nuestro propio sadfishing, nos preguntamos si será cierto que, como decía Ángela de Foligno, “en el instante el que el mundo adula y mira, más crecen las lágrimas”. Amiga, si quieres saber qué opinaba nuestra Santa Teresa sobre las “personas tiernas que por cada cosita lloran” y descubrir la receta con huevo asado de Agustín Farfán para detener las lágrimas, prepárate para el copiosísimo derrame de este episodio y dale a play.
Con un poquito de espanto pero con infinita voluntad de sacudirnos las soledades de la celda, Las hijas de Felipe nos asomamos temblorosas al escenario del Teatro Isabel la Católica de Granada deseando encontrar en nuestro repertorio de intérpretes eremitas, monjas performers y actrices barrocas todo el donaire, el copete y el meneo del desparpajo escénico que nos falta. La Calderona, Jusepa Vaca, La Baltasara, María Riquelme, las tiktokers mercedarias del Niño Jesús, las Tomasas del Albaicín, Marcela de San Félix y las dominicas de la Toscana: de todas ellas aprendemos a mudar el color de las caritas con destreza reptiliana, a transformar el eremitorio en espectacular epicentro del showbusiness y a dementar los ánimos con mil sainetes y atractivos. Pero es en nuestra charlita final con Verde Prato donde realmente descubrimos todos los entresijos para colmar de presencia un escenario. ¿Te urge saber cómo se entretenían tras el recato de las celosías las monjas trinitarias de Madrid? ¿No aguantas ni un segundo más sin elegir tu actriz barroca favorita, tu monja performer, tu ermitaña teatrera? Amiga, dale a play.
Gracias infinitas al Festival de Jóvenes Realizadores de Granada por acogernos y por hacernos olvidar por un ratito los sinsabores de la vida doctoral.
Arropadas por nuestro propio encierro y acunadas por nuestras incontenibles fantasías de domesticidad, en este episodio buscamos nuestro terapéutico sosiego en monjas encarceladas que, desde la soledad de su celda nos instan a mostrar siempre “pecho y corazón”, en mártires sufridoras que ni ante las más truculentas torturas perdían el “sonrís” de sus rostros, y en aberrantes carceleras que, miradas con más cercanía, se nos revelan en realidad como hábiles mujeres en busca de su rinconcito de autoridad barroca. Pecando un poco de anacrónicas, os llevamos de las reliquias de las sevillanas Santa Justa y Santa Rufina hasta el delirante proyecto de encarcelamiento femenino de vuestra nueva villana favorita, Magdalena de la Cruz, y sus espeluznantes resonancias con la Sección Femenina, pasando por la inquietante preocupación de los funcionarios sevillanos por las “sodomas de torpeza” que eran las cárceles de mujeres. Si queréis saber cuál de nuestras carmelitas predilectas vivió encarcelada en la más absoluta soledad en Lisboa, qué comían las mujeres en las cárceles de Sevilla en 1608 o la obsesión con la higiene y la salubridad conventual de nuestra Santa, dadle a play, amigas.
Con los ojos como candelillas y el corazón dilatado os traemos hoy un manojito de criaturas merecedoras del amor más devoto, desesperado y servicial. Acicalados perritos falderos, muy domésticos elefantes, monetes canosos, gatos de algalia, periquitos, tortugas y chovas encascabeladas que son y fueron bastiones de cariño y compañía, socorridos repositorios simbólicos o marcas de barroquísima ostentación. Pero como nombrar, amigas, es tanto como acariciar, este es en realidad el episodio de Hawai y Sugu, Marfisa y Dimitri, de Asicomovós, de Shakira(s), Hanno y Currupipi, de Berritxu, Concha, Lori y Diamond Baby. En este episodio hay regalitos, celebrities animales, complementos aterciopelados, visitas circenses y espectaculares. Hay, también, alguna terrorífica matanza, pero os juramos, de la mano del benedictino Francisco de Blasco Lanuza, que “cualquier especie de animales y plantas y elementos tienen para su defensa y conservación ángeles por divina providencia consignados”. Amigas, si no podéis vivir ni un minuto más sin saber qué comían las perritas embarazadas de Isabel Clara Eugenia, cuántos hombres a caballo cabían por la quijada de ballena que colgaba de los techos de El Escorial o el día exacto en que un elefante asombró a nuestros jerónimos más favoritos con truquitos, reverencias y perrerías, DADLE CORRIENDO A PLAY.
De vuelta en nuestra celdita de Rhode Island y deseosas de combatir la tez blanca, la angostura de cabellos y demás infortunios estéticos de la clausura, en “De arreboles y solimanes” Las hijas de Felipe tanteamos, verdaderamente engolosinadas, los intoxicantes recodos de la cosmética barroca. Tomad cuadernito y lápiz, amigas, y adentráos con nosotras en este laboratorio alquímico rebosante de destilaciones y ungüentos, recetarios, alambiques y grasillas de cisco. De la delirante persecución masculina de los afeites que entiznan y estercolan a la transmisión femenina de los saberes tácitos y la economía del secreto; de nuestros propios devaneos experimentales al secreto a voces de la milagrosa crema de Isabel Preysler; del fenómeno médico-estético de la bucarofagia y las opiladas a cómo Santa Teresa, por qué esconderse, las prefería guapas. Con la aparición estelar de Caterina Sforza y Marie Meurdrac y la intervención de nuestra admiradísima soyunapringada, reina del maquillaje con alma e instinto de alquimista barroca. A ponerse guapas, amigas, dadle a play.
Repentinamente atravesadas por el estupor, nos damos cuenta de que, tras muchísimos y felicísimos episodios usurpando con descaro la identidad de nuestras dos infantesas predilectas, no hemos dedicado aún el tiempo y las palabras que las verdaderas hijas de Felipe merecen. Con sincero ánimo de enmienda e impregnadas del espíritu introductorio a que invitan los nuevos comienzos, en este episodio inauguramos temporada trascendiendo las caritas paliduchas y desamparadas que un día retratara Alfonso Sánchez Coello para abriros una esperada rendija en la cerrazón más íntima de Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. Acompañadnos en este recorrido barroco por el delirante control de la salud reproductiva, las morbosidades paternas más inapropiadas de Felipe II y las rabietas más sonadas de nuestras adoradas infantas en el que además os traemos, en primicia como siempre, los secretos de una deliciosa tecnología pedagógica del juego para que os convirtáis en mujeres tan virtuosas y estudiosillas como nuestras siamesas barrocas más favoritas. Amigas, si no podéis aguantar ni un minuto más sin saber cuántos días le duraba la regla a Catalina Micaela, dadle a play.
Las hijas de Felipe regresan con ración de cotilleo barroco cada dos semanas.
Un podcast de Carmen Urbita y Ana Garriga. Producido por Podium Podcast.
Ahora, señor, tomo la pluma por no tomar una soga que acabe con todo y deje descansar a vuesa merced de mis pesadumbres. Con ella suplico a vuesa merced se sirva de considerar que de 800 reales ni se puede pagar casa ni vestir mi persona”. Con la sangre helada tras leer la súplica que Góngora dedicaba en 1623 a su administrador y acariciando nerviosamente la soga de las inminentes incertidumbres económicas que Las hijas de Felipe andamos ya barruntando, en este episodio decidimos rastrear la escandalosa perplejidad barroca ante las volatilidades financieras para intentar sortear esta “confusión de confusiones”, escapar a este “susto de cada día” y lograr, por fin, descifrar qué cosa es el dinero. Del infame vellón de cobre al dichoso euro, de la fe ciega en los milagros de la alquimia al trampantojo de las criptomonedas: un recorrido por malestares crediticios y desesperadas búsquedas de correspondencia que nos lleva, por fin, a encontrar en Sor Juana Inés de la Cruz y en la creatividad financiera del convento el el anhelito que nos faltaba para tomar la decisión más “económica, prudencial y arismética.
“Es muy peligroso”, escribía fray Pedro de León en 1619, “permitir que dos muchachos yazcan en la cama”, porque quienes presentan el “malvado y pestilente vicio”, aquel que no puede ser nombrado, son como mariposas que “vuelan adelante y atrás, cada vez acercándose más y más al fuego”, y si “no se enmiendan, llevados por el pecado acabarán por fin en el fuego como mariposas”.
En “Pecado nefando” Las hijas nos abrimos paso por el tenebroso sendero de las hogueras y las Pragmáticas contra la sodomía para después llevarte de la mano por los más placenteros caminos de los jarales espesos, las alcobas generosamente concurridas y los temazcales que, como todas las saunas, con su “obscuridad, tactos, movimientos, azotes y vapores mueven, irritan e ynsitan a torpezas”.
En septiembre de 2020 las monjas dominicas del Convento de Santa Clara de Manresa dicidieron sumarse a un reto viral de TikTok bailando "Savage Love" de Jason Derulo para recaudar fondos y mantener así su fundación. Tras la inevitable ternura que suscitan las cinco monjas descubrimos en realidad las asfixiantes ataduras económicas con las que, desde las remotas fundaciones medievales, han tenido que lidiar las monjas para sostener sus actividades espirituales. En este episodio grabado en rigurosísimo directo para #megustaspixelad en La Casa Encendida nos ponemos baratonas y negociadoras, como Santa Teresa, para contaros absolutamente todo sobre trajines económicos y showbiz conventual. Las giras litúrgicas de la estrella del rock y emprendedora medieval Hildegarda von Bingen, los tejemanejes económicos de nuestra Santa más favorita, las estrategias financieras de las divas del convento de Santa Cristina de Bolonia, y el martirio barroco (y presente) de compaginar como auténticas funambulistas la vocación y la supervivencia económica. Por si no fuera esto suficientemente DELICIOSO, charlamos además sobre dinero, la biblia, TikTok, evangelización, disfrute, parques temáticos religiosos y mucho más con el pintor y autónomo de la corte contemporánea David Macho y con el Padre Damián María Montes, escritor, showman misionero y cantante.
¿Monjas o emprendedoras? ¿Monjas o motomamis? Sal de dudas, dale a play.
Vainillas, cadenetas, deshilados, randas, puntas, colchados, marlotas, capellares, aljubas, faldamentos, sangradura, bocamangas, cabeceaduras, randas, virillas. Hipnotizadas por la exuberancia léxica de los tejidos y vestiduras en nuestros siglos más favoritos de la historia y paralizadas por la incertidumbre estilística que nos asedia ante nuestro próximo y primerísimo riguroso directo, en este episodio hurgamos en nuestras costumbres y vestuarios para acercarnos al delirio abullonado de la moda barroca: engorrosas leyes suntuarias, manuales de sastrería, la gestualidad prohibida de las tapadas, pasarelas de Corpus Christi y, aunque no lo creáis, la sabiduría incomparable de Georgina Rodríguez.
Si hay algo que nos hace sufrir a Las hijas de Felipe es vivir eternamente bilocadas entre Providence y Madrid. Por eso, en este episodio, os invitamos a compartir con nosotras un recorrido sanador y terapéutico por los trasiegos de algunas monjas bilocadas de nuestros siglos más favoritos de la historia. Un fenómeno místico que lleva siglos causando quebraderos de cabeza y del que monjas maravillosas como Luisa de Carrión, María Jesús de Ágreda, Jerónima del Espíritu Santo y “la siervita” se aprovecharon para calmar su FOMO barroco, envolverse de santidad, alimentar sus ansias de exploración, promocionar su celebridad, paliar la añoranza de la distancia con la gente querida o, simplemente, divertirse un ratito.
“¿Holgaríaste acaso –díjele– Virgen sagrada y dulce, de que yo te vaticinase, leyéndolo en los astros, el horóscopo de ese Hijo tuyo?” Si alguna vez no habíais logrado conciliar el sueño pensando en la carta astral de Jesucristo, ya podéis estar tranquilas. Hemos vuelto con un episodio repleto de vaticinios, profecías, prejuicios astrológicos y todo lo que querríais saber sobre el zodiaco en vuestros siglos más favoritos de la historia. Con la ayudita prodigiosa de la reina del zodiaco @charcastrology os desvelamos las menudencias que debía contener todo horóscopo barroco, os presentamos a los astrólogos más enternecedores del siglo XVI, recorremos las arideces entre la Inquisición y la astrología judiciaria, os traemos vuestros prometidos pronósticos barrocos y recuperamos, para todas, lo más lúdico y afectivo del zodiaco. Porque, como nos recuerdan las pastoras de La Arcadia, al final el horóscopo sobre todo va, como todo en la vida, de “jugar y entretenerse con las amigas”.
“Una caja de polvos que ella solía hacer”. Cautivadas por esta enigmática referencia, en una carta desesperada de fray Luis de León, a unos polvitos milagrosos, consoladores, fabricados por cierta monja del monasterio de Madrigal, LHDF nos arrojamos, en estado de conciencia alterado por exceso de labores, a un asombroso recorrido que te llevará de laboratorios conventuales a redadas en boticas, de jesuitas y alijos de chocolate a disputas en torno a las excelencias y maravillas del tabaco, de enrevesadas disquisiciones teológicas sobre sustancias adictivas, ayuno y eucaristía al espectro demoníaco que acecha tras cada golosina. “Medicamentos frigidísimos”, “yerbas calidísimas y fuertes”, “tigres, leones y fantasmas y cosas horribles y penosas”, lugares remotos donde “se vende el opio en las tiendas, como acá una conserva”. Alivios de pasiones y melancolía, pésimos viajes y filósofos naturales soñando con un futuro capaz de producir nuevas sustancias para “alterar o exaltar la imaginación”. Desde la sobria clausura académica y sin ser nosotras nada de eso, esta semana os hablamos de, “como llaman ellos”, “como dicen los tales que las usan”: DROGAS.
“Fue cosa maravillosa que sin poner fuerza más que si cortara un melón o un poco de queso fresco, como él decía, partió el brazo por sus coyunturas”. Así describía el jesuita Francisco de Ribera el momento en el que fray Gregorio Nacianceno “harto contra su voluntad” cortaba el brazo del cuerpo de Teresa de Jesús en 1585. Mediadores milagrosos y marcas de prestigio, objeto de santa avaricia e identidad comunitaria. Insignes y completas, despojos fragmentarios, celestes y subterráneas. Desmembrar, amputar, olisquear, besar, manosear, traficar. Entre la truculencia y la ternura, la caducidad terrenal y la trascendencia divina, en este episodio hablamos, por fin, de las reliquias. Acompañadnos, amigas, en este recorrido por cuerpos que huelen a azucenas, jazmines y violetas, lucen como cecina o rosicler, meñiques en disputa, cruising entre relicarieros por los rincones más recónditos de El Escorial, pedacitos de carne del tamaño de una uña, un trocito de paja del pesebre del Niño Jesús, mártires, celebrities y pujas en ebay. Nos entregamos devotísimas, en nuestro episodio más largo hasta la fecha, a la santa radiactividad de las reliquias.
Advertía fray Luis de León en 1583 de "lo que importa que las mujeres no hablen mucho", "porque una mujer necia y parlera, por más bien que otros tenga, es intolerable negocio". Y es que las palabras eran entonces, como lo son ahora, un instrumento poderoso pero delicado que era capaz de moldear la opinión pública y erigir o derrumbar reputaciones. Hablar demasiado en esquinas, corrillos y mentideros podía teñir la mera sociabilidad de una preocupante inclinación crítica y de contestación política, pero también podía ser un arma con función fiscalizadora. El cotilleo podía ser una herramienta de intervención femenina en el espacio público, una práctica con la que sortear los límites entre lo público y lo privado, y sin embargo a menudo reducía a las mujeres a objetos del discurso de los demás. En "Fábula de la Corte" os traemos beefs literarios, cotillas enclaustrados, tabloides del barroco y mentideros del mal.
“Lo que en otra mujer pudiera causar lágrimas y desesperaciones, en mí fue un furor diabólico”. En este episodio nos sumamos a la “mortífera rabia” de las protagonistas de la escritora María de Zayas y Sotomayor para acercarnos a uno de los rincones más oscuros del barroco…y del presente. El himno enfurecido de LASTESIS, litigios de estupro del siglo XVII, saraos, vexámenes y éxitos de taquilla. Un recorrido truculento por el reguero de cuerpos blasonados, tapiados y mutilados del patriarcado que culmina en relatos de sororidad y venganza. Si Zayas fuera hoy tiktoker, otro gallo cantaría.
En El primer toque de trompeta contra el monstruoso gobierno de las Mujeres (1558) un exaltadísimo John Knox advertía que “fomentar que una mujer ostente un cargo de gobierno, superioridad o dominio … es repugnante a la naturaleza, un desprecio a Dios, una cosa muy contraria a su voluntad y buenas ordenanzas, y es finalmente la subversión del buen orden, toda igualdad y toda justicia.” Pese a la rabieta de Knox, un sinfín de mujeres logró ostentar su poder en nuestros siglos más favoritos de la historia. En este episodio, os presentamos a Ana de Mendoza de la Cerda y a María Jesús de Ágreda: influencers y estrategas, poderosísimas, linces de la mística y la geopolítica y hasta los chapines de tener que dirigir con disimulo y persuasión a unos señores siempre ineptos. Hubieran sido, sin duda, tus mejores amigas.
¿Habíais pensado alguna vez que la especulación inmobiliaria era una aberración exclusiva de nuestro ajetreado presente? Para nada, amigas. En este episodio os contamos todo lo que queríais saber sobre el boom del ladrillo barroco, los avariciosos tejemanejes del Duque de Lerma, la asfixiante regulación de la vivienda a comienzos del siglo XVII, las tretas ciudadanas o la “arquitectura de los topos” y, además, os presentamos en primicia a una de nuestras personas más favoritas y cotillas y enternecedoras de la época.
Así que si estáis saturadas de Madrid, muy Madrid y mucho madrileño, aquí la oportunidad de asomarse a la rabieta de los madrileños que vivieron los estragos de un interludio menos Madrid-céntrico.
“¿Qué hace una lesbiana como tú en un convento como este?” podrían haberle preguntado a la monja teatina Benedetta Carlini durante su proceso inquisitorial a comienzos del siglo XVII. ¿Cómo podían los visitadores y las prioras de conventos femeninos atajar que dos monjas estuvieran “hechizadas la una con la otra”? En este episodio te contamos cuáles eran las siete claves infalibles para identificar lesbianas en el convento, indagamos en las complejidades legales del clítoris y viajamos, de la mano de Santa Teresa, Ana de Jesús, Benedetta Carlini, Rosemary Curb y Nancy Manahan, por el pasado y el presente de las maravillosas “amistades particulares”.
¿Te has propuesto convertirte este 2021 en la reina del fitness? ¿Te has preguntado alguna vez qué hacemos, en realidad, cuando hacemos ejercicio? Según un médico del siglo XVI, “el ejercicio es un movimiento voluntario con el cual el anhelito se hace veloz, y frecuenta”. ¿Cuáles eran los temores que acarreaba el movimiento excesivo? ¿Hacían deporte las monjas en los siglos XVI y XVII? ¿Qué pasaba si te dejabas arrastrar por la desidia y la ociosidad? En este episodio te acercamos al fascinante universo del fitness, los humores y, como siempre, las mujeres en nuestros siglos más favoritos de la historia.
En el más riguroso corazón de Madrid, como un escalofrío y advertencia, se levanta el monasterio de las Descalzas Reales…”. En este episodio de Las hijas de Felipe hurgamos en los recovecos de un convento encendido de fervor por el Niño Jesús. Hablamos de Margarita de la Cruz y de las más de trescientas figuritas policromadas que ella y sus compañeras cobijaban en la clausura. ¿Quieres saber qué hacían Margarita y las demás Descalzas con “el Esposo”, “el Primogénito” y todos los integrantes de la inmensa colección de figuritas del Niño Jesús? Te lo contamos en un asombroso recorrido por la divina guardería, las canastillas místicas y los muñecos reborn.
Oro, fraude y extrañas transformaciones en el Madrid de finales del siglo XVI y principios del XVII: en este nuevo episodio te traemos todo lo que necesitas saber sobre la bancarrota de Felipe II, el negocio de la alquimia y los malabares promocionales de impostores y charlatanes. ¿Es oro todo lo que reluce? En Las hijas de Felipe te lo contamos.
Por “endemoniado” se entendía “aquel que tiene el demonio dentro y es vejado y atormentado por él”. La definición viene dada en masculino, pero lo cierto es que durante los siglos xvi y xvii en la inmensa mayoría de los casos eran mujeres las que estaban supuestamente poseídas por el demonio. Y de mujeres vamos a hablar en este primer episodio de Las hijas de Felipe.
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