Isabel II y los Spencer querían un sepelio familiar y lo más íntimo posible para Diana (pues ya no era miembro de la familia real), pero no fue posible. Su cortejo fúnebre recorrió las atestadas calles de Londres durante dos horas y la marcha a pie junto al ataúd de sus hijos conmovió aún más al mundo.
El sábado 6 de septiembre de 1997 a las 9:08 de la mañana, la campana tenor de la Abadía de Westminster marcó la salida del cortejo fúnebre desde el Palacio de Kensington.
Las flores llovían sobre el féretro y más de un millón de personas inundaban las calles de Londres a ambos lados del recorrido de casi dos horas de duración, algunas llorando, otras paralizadas por la emoción, otras gritando: “¡Diana, Dios te bendiga!”.
Encima del ataúd, tres ramos de flores blancas, del hermano de Diana y de sus dos hijos. Al pasar por el Palacio de St. James, se unieron al cortejo fúnebre, caminando en línea con impecables trajes negros, Guillermo y Enrique, los hijos de Diana, de 12 y 15 años, a ambos lados de su tío, el conde Spencer, y flanqueados por su padre, el príncipe Carlos, y su abuelo, el duque de Edimburgo.
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Texto: Laura G. de Rivera
Dirección, locución y producción: Iván Patxi Gómez Gallego
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