Si bien ambos se habían dejado de hacer brujería entre sí, dijo que se habían agotado mucho entre ellos. Solamente detuvieron el mal, pero el daño ya estaba hecho y no había vuelta atrás. Me sentí realmente angustiado por sus palabras. Le pedí consejo, pero me dijo que no había mucho que hacer. Lo único que estaba a mi alcance era portarme bien y apoyar a mi familia. Que, al menos, ya no iban a salir dañadas las personas a su alrededor. Pero que ellos ya estaban con un pie del otro lado. Cerca de seis meses después, un 11 de mayo, mi padre cayó de las escaleras y se rompió el cuello perdiendo la vida en el acto. Con mi madre no lo podíamos creer. Nos tomó por sorpresa. Luego nos confirmaron que sufrió un pico de presión y por eso perdió el conocimiento. Todos acudimos a su funeral, incluso mi tío. Fue muy incómodo verlo ahí. No se veía realmente triste, pero tampoco nada cómodo. Al menos mostró respeto. Si no hubiese asistido, habría pensado que le volvió a hacer brujería a mi padre. Pero su presencia lo descartó
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