Eran tan fuertes los gritos de desesperación, que parecía que alguien estaba siendo masacrado... Yo no pude soportar más, y al abrir la puerta y salir, fui testigo de una experiencia que hasta el día de hoy me produce pesadillas...
Leo, el muchacho que me había quitado la botella, era levantado a la altura de unos metros y arrojado al piso con una violencia impresionante... Pero no podía ver nada más, solo veía que su cuerpo se elevaba y volvía a caer por sí solo, como si algo imperceptible lo manipulara... Aún recuerdo claramente el sonido que producía su cuerpo al caer al piso, parecían que sus huesos se quebraban...
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