No se negó a recibirme, pero tampoco demostró esa emoción que esperaba de él. Fue una de las cosas que me llamó mucho la atención y me llevaron a sospechar que algo pasaba. Tomé algunas cosas y mi ropa como para pasar la semana con él y me fui a su casa. Un jueves, yo tenía el día libre y me iba a quedar sola en su casa mientras él trabajaba. Antes de irme, él me dio una advertencia. En un pasillo antes de la cocina, me señaló una pequeña puerta sobre la pared. No daba a ninguna habitación, parecía ser algún tipo de armario pequeño de esos que están por dentro de la pared. Y fue que me dijo: —esa puertita que está ahí, no se abre
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