Cuando ya creo habíamos salido de la ciudad, se me presentó dentro de mi mente aquella dama de negro pero con su cara esquelética y sus brazos extendidos hacia mí primero poniéndose un dedo en su boca tratando de decirme que me quedara callado y después como si fuera a darme un abrazo grande y fuerte, como si quisiera abrigarme, cuidarme.
En ese momento escuché gritos de personas y chirridos de llantas, sentí golpes, miré oscuridad y alguna que otra luz, luego un silbido agudo que taladraba mi mente y que se mantuvo ahí por no sé cuánto tiempo...
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