Ya no resistía verlo así, menos a él un hombre tan inquebrantable. Decidí encararlo y ayudarlo a buscar una solución, pero fue imposible. Mi hermano estaba cavando su propia tumba. Luego de que empezó a dormir por más de 12 horas al día nos dimos cuenta de que se había quedado sin trabajo. Nunca descubrimos el motivo, si fue que lo despidieron o él renunció. Un día fui a despertarlo, y al moverlo este se quejó. Noté en su cuello manchas moradas que parecían moretones. Le dolían al simple tacto. Sin tener idea de que se trataba me asusté, y le insistí en visitar a un doctor. Se negó rotundamente, dijo que lo dejara en paz. Comencé a sospechar que su exesposa le hubiese hecho un trabajo de brujería. Esto no era una simple depresión
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