Quedé perplejo cuando ví que Jairo estaba pegado sobre el techo de la habitación... Pero algo lo sostenía del pecho, y a la vez de su cuello... Sus piernas colgaban, y sus manos se aferraban aparentemente a las manos que presionaban su cuello... Como tratando de quitarlas y de ése modo liberarse... Jamás olvidaré sus ojos... Mi amigo agonizaba sin dejar de mirarme, suplicando por vivir... Fue tanto el odio que sentí, que me levanté y salté tomándolo de sus piernas para bajarlo... Comencé a gritar desesperado, y mientras jalaba a Jairo hacia abajo llamaba a mi padre por auxilio...
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