la mujer me pidió que la mire a los ojos. Su sonrisa se apagó, y les juro que me sentí tan mal por ella que no tengo forma de explicarlo. Me dio la sensación de que la puse triste, me dio culpa. Hasta le pedí perdón. El semáforo se puso en verde y continué con el viaje en un incómodo silencio. Aquella mujer me pagó y me preguntó cómo me sentía. Algo en mi interior se movilizó, creo que fue una especie de mini ataque de pánico al querer decir en pocas palabras todo lo que me pasaba. El aire me empezó a faltar, me ahogaba. Aquella mujer con una paciencia extraordinaria me tranquilizó. Me dijo que la vaya a ver en cuanto terminara de trabajar. Me señaló su casa y me dijo que tocara timbre con confianza. Le dije que no tenía intención de conocer a alguien, pero ella rio. Me explicó que no quería conocerme, sino ayudarme. Ella bajó del taxi, antes de que arrancara el vehículo me señaló y me dijo:
—Esa mujer te quiere ver sufrir.
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