Era una figura antropomorfa de color oscura, estaba sentada en la orilla de la cama a mi lado, en su rostro sólo podía ver un par de ojos blancos que brillaban tenuemente; el contorno de su silueta se movía constantemente, era como si su superficie estuviera compuesta de un humo tan negro que sobresalía de la oscuridad de la habitación. El terror que me invadió fue tal que quedé petrificado, enmudecido, sin ser capaz siquiera de gritar para pedir ayuda a mis padres; lúgubre situación que se acrecentó cuando de pronto sentí que, con una de sus manos, esa cosa me tocaba la cabeza, a la vez que movía la otra en dirección hacia mi pecho para posarla sobre éste. Un ardor indescriptible surgió en ambas zonas, mismo que se fue expandiendo a lo largo y ancho de todo mi cuerpo...
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