Observé a la anciana con atención, su edad no bajaba de los 90 años, no comprendía que hacia allí sola sin que nadie la acompañara. La señora me dijo que no le temiera, que me iba a proteger. No entendí a que se refería, y no le di importancia en ese momento. Cuando observo por la ventanilla para controlar la parada, me doy cuenta de que se venía mi destino. Al regresar la vista a la anciana ella no estaba. Al levantarme de mi asiento la busqué por todas partes con la mirada, éramos las mismas personas. Bajé del bus haciendo de cuenta que no había pasado nada, y allí, tenía a un sujeto frente a mí, venía caminando hacia la parada justo cuando me bajé. Su forma tan directa de venir a mí fue demasiado obvia. Solo había pasado una semana del robo, y otra vez a punta de pistola me estaba robando...
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