Permanecimos expectantes aguardando alguna explicación, pero la situación se veía tan tensa que nadie se atrevió a preguntar. Noté una vela blanca prendida en la cocina, y eso fue suficiente para entender que mi madre tomó alguna medida desesperada. Me acerqué a ella con delicadeza y mi padre salió de la cocina sin dar explicación alguna. Pateó algunos de los muebles de la sala y arrojó una silla. Temimos qué fue lo que hizo mi madre, y al preguntarle ni siquiera contestaba con palabras, solo realizaba gestos al encogerse de hombros como si nada le importara.
Algunos minutos después, tras el silencio de mi madre, enfrenté a mi padre para que me dijera que sucedió. Él estaba en su cuarto sentado en los pies de la cama mientras escondía su rostro en sus manos. Fue cuando me lo dijo.
—Tu madre prendió una vela y le pidió a La Santa Muerte que se la llevara a ella a cambio de Hernán —dijo mi padre
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