Me tomó de la mano y al salir del bar pedimos un taxi. Nunca en la vida me había sentido tan afortunado. Aunque, cuando pasan muchas cosas buenas, entre ellas, se esconde la desgracia. Una vez en su apartamento los besos y caricias no faltaron. No demoramos en quitarnos la ropa y terminar en su cama. Lo hicimos por un buen rato. Ni yo me creí capaz de aguantar tanto. En un momento, yo me encontraba encima de ella boca abajo mientras me abrazaba. Enrolló sus piernas en mí y me abrazó con fuerza apretando sus uñas en mi espalda. Comenzó a realizar una presión fuera de la normal, estaba comenzando a lastimarme, y no comprendía cómo era posible que tuviera tanta fuerza. De pronto, siento que ahí abajo ella me ejerce una presión muy fuerte...
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