Por un momento creí que había muerto, incluso el hambre y la sed se esfumaron. Tampoco sentía mi respiración, y era porque verdaderamente no lo estaba haciendo. El sonido de unos zapatos de tacón detrás de mí me advirtió que alguien se acercaba. Esperaba a mi padre o algún ángel de la guarda, pero quien llegó era lo último que imaginaría. Un señor muy elegante con rasgos caucásicos, portaba un inmaculado traje negro de etiqueta. Parecía un gánster escapado de una película. Este señor caminaba con una mano en el bolsillo, y un fino bastón de madera que acompañaba su andar. Esperé a que llegara a mí, me sonrió al mismo tiempo que me guiñó un ojo. Su fino bigote y una recortada y prolija barba en la pera me dieron la imagen perfecta de quien se trataba. No había que ser muy inteligente para saberlo, era el diablo
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